
El director Mariano Ozores recibe el Goya de Honor en 2016 Madrid
A finales de los años 90 recibí un encargo de la buena gente de Canal Plus para escribir el guion de un documental dedicado al cine español del destape, dirigido por mi amigo Manuel Romo. Me lo pasé muy bien y conocí a algunos personajes tan singulares como Andrés Pajares (que estaba más allá que aquí, pero era muy simpático) o Carlos Aured, responsable del inenarrable largometraje El fontanero, su mujer y otras cosas de meter (1981), que también resultó ser un tipo muy agradable al que tal vez le hubiese gustado hacer otro tipo de cine, pero se tuvo que conformar con lo que había.
Entre todos ellos figuraba el director Mariano Ozores (Madrid, 1926 – 2025), infatigable cineasta que llegó a rodar casi cien películas (como indicaba el subtítulo de su autobiografía de 2020 Respetable público), a un ritmo de tres, cuatro, cinco y hasta seis largometrajes al año, cineasta al que, lo reconozco, yo no admiraba demasiado. Pese a mis prejuicios, a la hora de la entrevista, me encontré con un señor encantador y plenamente consciente de que sus películas no eran precisamente Ciudadano Kane. Me contó que había hecho lo que había hecho en aras de un cine cómico popular que llevara gente a las salas, cosa que consiguió de manera indudable: en su época no se estilaban las subvenciones y había que esmerarse para que el productor no perdiera dinero y te pusiera en su lista negra.
Mariano Ozores Puchol venía de una familia de cómicos. Sus padres, Mariano Ozores Francés y Luisa Puchol Butier tenían una compañía de teatro en la que hicieron sus pinitos él (era tan malo como actor que tuvo que pasarse a la dirección) y sus hermanos José Luís (1922 – 1968) y Antonio (1928 – 2010). Empezó a dirigir muy joven, aceptando cualquier encargo (se puso al frente de la segunda unidad en Franco, ese hombre, de José Luís Sáenz de Heredia) y centrándose en la comedia en cuanto pudo. Trabajó con todo el mundo y mantuvo un perfil bajo ante el franquismo: Paco Martínez Soria y Lina Morgan, Fernando Esteso y Andrés Pajares (con los que consiguió sus mayores éxitos de taquilla), Manolo Escobar y Peret…
Mariano Ozores nunca pretendió rodar obras maestras, adaptándose a los tiempos que corrían y encontrando en el cine de destape de la transición un hábitat más o menos agradable. Se le englobó en el llamado Landismo, aunque él iba a su bola, con un humor chusco y una realización digna (teniendo en cuenta su infernal ritmo de trabajo), y representó como nadie la comedia popular (y populachera) que gustaba a amplios sectores de la población española.
Durante más de cuarenta años, reflejó a su peculiar manera la evolución de la sociedad española y se ganó (lógicamente) la animadversión de todos aquellos que se tomaban mínimamente en serio el cine como arte, algo que a él le daba igual. Te interesarán sus películas o no, pero nuestro hombre hizo siempre lo que quiso. O lo que pudo, que a veces es lo mismo.