
Antoni Rubí, especialista en comunicación política y autor del libro 'Polarización, soledad y algoritmos', sobre la generación Z
Gutiérrez-Rubí: "La generación Z siente una gran frustración e indignación hacia el pacto intergeneracional"
El autor reflexiona sobre las vicisitudes a las que se enfrenta la juventud en su nuevo libro 'Polarización, soledad y algoritmos'
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Flojos. Egoístas. Cristal. Hay miles de adjetivos con los que se ha intentado describir a la generación Z que, nacida entre 1997 y 2012, parece que solo conoce la palabra crisis. Con el propósito de atisbar cuáles eran sus preocupaciones, miedos y desafíos, el especialista en comunicación política y director de Ideograma, Antoni Gutiérrez-Rubí, ha publicado Polarización, soledad y algoritmos. Una radiografía de las nuevas generaciones (ediciones Siglo XXI).
En esta amplia investigación, el divulgador ha realizado numerosas entrevistas a dos grupos de jóvenes situados en las ciudades de Madrid y Barcelona, una muestra que se puede extrapolar a cualquier rincón de España gracias a que, con la digitalización, la homogeneidad en este grupo de edad es mucho mayor que en épocas anteriores. Hablan de género, de batallas culturales, soledades, algoritmos, nuevas formas de entender la política y, sobre todo, de la grieta intergeneracional.
Al otro lado del Atlántico, Gutiérrez-Rubí atiende a Crónica Global y da una de las recetas para que nuestro mundo, tal y como lo conocemos, no se vea abocado al fracaso: la renovación del pacto intergeneracional y armarnos de esperanza para enfrentar el futuro.
- La generación Z vive en una especie de zona grisácea, ya sea a causa de la crisis climática, la consecución de los derechos LGTBI o el acceso a una vivienda. Frente a sus predecesores, ¿tienen más frentes abiertos, a pesar de que tengan más derechos adquiridos?
- Sienten que hay un hueco más grande entre esos derechos adquiridos y su realidad. Es decir, que la materialización y la vivencia de estas oportunidades no se convierte necesariamente en mejores condiciones de vida. Al final, es una generación que ha interiorizado que va a vivir peor que sus padres, a pesar de que tengan un marco legal-jurídico e institucional mejor.
- Esa contradicción les provoca una gran frustración, una indignación y un rechazo a lo que sería el pacto intergeneracional. Aquel acuerdo por el que mis padres me decían que si me comportaba bien, si seguía el curso de las cosas, iba a acceder a unas mejores condiciones que ellos.
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Decía el experto Víctor Lapuente en su libro que una manera de fomentar la emancipación debe ser a través de la ayuda a la vivienda y un sistema de créditos. ¿Es factible esta hoja de ruta, cuando, la mayoría, no tiene paciencia para esperar los resultados?
- Es una generación atrapada por el presentismo y la inmediatez. La aceleración del contexto que nos toca vivir, con una cultura digital que ha acelerado y ha generado un clima específico, cambia esa percepción del tiempo. Provoca que la política haya perdido, junto a la democracia en sí, crédito respecto al tiempo.
- En épocas anteriores, el tiempo era una condición y una garantía del progreso, pero esta generación ha descreído del futuro. Si seguías trabajando, estudiando, la ascensión social iba asociada. Pero, ahora, el futuro se convierte en un espacio confuso e, incluso, tramposo, por el que están convencidos de que el esfuerzo paciente, casi agrícola, en el que sembrar va a tener su fruto, y esa falta de convicción crea una ansiedad importante. Y, a la vez, pone a esta generación en la disyuntiva de buscar atajos rápidos.
La extrema derecha y la receta populista
- Atajos que para los partidos de extrema derecha son fáciles de garantizar, como Alvise, a quien nombran en esos grupos de discusión. ¿Están aprovechando ese filón?
- Esta cultura de inmediatez está siendo usada por algunos sectores políticos que ven esta urgencia y ansiedad para hacer populismo. Les dicen que hay recetas rápidas y sencillas que consisten en identificar claramente a enemigos y adversarios, y simplificar y reducir toda la complejidad a un mundo binario de amigo/enemigo.
- Es atractivo y seductor, porque simplifica esa complejidad paralizante en un objetivo militante: "Todo esto que te pasa es por culpa de esto o de estos". Un atajo para evacuar esos sentimientos de frustración.
- Una de las encuestadas decía que "hay que vivir al máximo día a día, porque mañana quizás no lo puedas hacer". Cuando los escuchaba, ¿cómo los percibía, dada su edad?
- (Ríe). Me sentía mayor. En lo personal, fue un ejercicio de humildad y de colgar en el perchero los prejuicios respecto a la supuesta flojera de esta generación. Empecé a ser más autocrítico conmigo mismo y mi generación.
- Qué fácil es ser exigente con estos jóvenes cuando, objetivamente, el salario ya no garantiza suficientemente la autonomía financiera. Antes, mayor o menor, era el depósito de tus expectativas vitales. En cambio, para esta generación mileurista es imposible que el salario puede establecer un vínculo con la realidad y mucho menos con sus expectativas.
Recuperar el pacto intergeneracional
- ¿Cómo se puede recuperar el pacto intergeneracional?
- Es la gran cuestión. No es solo un relevo generacional, hay que parar la pelota y hablar a fondo de igualdades y desigualdades, de distribución de las rentas, de oportunidades, de vivienda, emancipación… Un compromiso que nada tiene que ver con la mirada paternalista ni condescendencia, sino un compromiso generacional renovado.
- A la vez, es muy determinante la convicción, que comparto, de que no van a vivir mejor que sus padres en términos materiales. Por tanto, primero, tenemos que llegar a nuevos compromisos generacionales y, segundo, una lucha contra todo tipo de precariedad. Porque la falta de previsibilidad te vuelve descreído, desconfiado y cínico. Y, si estas individualidades no se proyectan en lo colectivo, la bronca se puede canalizar de manera antidemocrática.
- La individualización es una forma de protección de esta juventud.
- Son soledades no deseadas que acaban construyendo un clima de seguridad, de autoprotección, pero de prisión, que te permite no quedar expuesto a una socialización en la que muchos jóvenes, especialmente varones, tienen dificultades hoy. Además, la conexión digital y asíncrona genera unas condiciones de aislamiento hiperconectado.
- Es una gran paradoja. Hiperconectado, pero aislado. Eso hace que estos vínculos de socialización a través de la hiperconexión tengan una naturaleza menos comunitaria y solidaria, lo que deja una huella importante. Así, la soledad es, a la vez, una causa, una condición y un resultado.
Mentalidad y leyes para afianzar los cambios sociales
- Mencionando a los varones, recurro a una frase que comentaba un joven, "escuchamos algo y la sociedad tiende a cancelar". ¿Nos hemos equivocado en la pedagogía del feminismo y los movimientos sociales?
- Es pronto decirlo. Pero los cambios, para que sean irreversibles, necesitan ser pacientes y mayoritarios. Igual en los últimos diez años hemos dado otro salto de escalón que necesitaba una mayor maduración e implicación de géneros. Tengo la impresión de que cuando desafías una discriminación tan grande, como es la de mujer y hombre en muchos ámbitos de la vida, la urgencia de hacer el cambio es un estímulo, porque es justo que se produzca ese cambio.
- Pero, para que sea irreversible, se necesita paciencia y mayorías. Es decir, se necesitan algo más que leyes: una mentalidad.
- Lo hemos visto con la ley del sí es sí o con la ley trans en el Reino Unido.
- Los cambios, para que sean duraderos y profundos, no necesitan solo de leyes, sino una mentalidad de época, mayoritaria e irreversible. Como fumar dentro de un avión, ¿en qué momento nos pareció normal que fuera posible? En cambio, ahora ya no hay discusión.
- Pero cuando el tiempo no coincide con la reforma y no lo sustenta la mentalidad, es posible que se produzcan desajustes. Es un concepto importante que está relacionado con el punto de no retorno, cuando ya es imposible retroceder. Eso pasa cuando la mentalidad es mayoritaria, compartida y paciente.
- Como experto en comunicación política, ¿cómo convencemos a esta generación para que se siente a ver un debate parlamentario o se informe? Porque la desafección política, como apunta, es una de las grandes amenazas.
- Hay que politizar la vida cotidiana, ya que para ellos la política es un espacio donde hay unos protagonistas. Pero cuando eres consciente de que define tu día a día, te das cuenta de que no es lo mismo que haya una ley en un sentido u otro, y que esos marcos se pueden cambiar. Los precios de la vivienda y los alquileres, ¿es un tema de mercados o político? Es político, ya que hay una relación directa entre los precios y la actividad regulatoria. Así, ves que depende de tu voto, crítica y compromiso.
- Había quien se quejaba en Eurovisión de que se estaba politizando en exceso cuando, realmente, funciona como un escenario geopolítico.
- Sí. Significa darte cuenta de que hay una arquitectura invisible y tiene una naturaleza política. Tomar conciencia de eso es el primer paso para cambiar la realidad y situarte, como cuando levantas la chapa y la carrocería, y ves el motor.
La esperanza
- ¿Lo que ha estudiado en los grupos de Madrid y Barcelona se puede extrapolar a otras ciudades españolas?
- Sí, no me cabe la menor duda. Los niveles de homogeneidad de los grupos habría sido igual en cualquier otra ciudad o en el interior de España, y también en otros países. Esta es una generación que comparte muchos puntos en común.
- La transversalidad de Internet nos ha dado esas características. ¿Lograremos convivir bien con el uso de la tecnología? Sobre todo en un momento en que vemos su afectación en el mercado laboral y, al mismo tiempo, nuestra gran dependencia en fenómenos como el apagón.
- El apagón provocó una reacción vital, solidaria y espontánea, al apagón; y esa resiliencia comunitaria es una señal de esperanza democrática. Es esperanzadora.
- La esperanza es uno de los principios que recomienda en las conclusiones para proyectarnos hacia el futuro. Entonces, ¿generación Z es de esperanza, en vez de desesperanza?
- Es una generación que ha perdido la confianza y la esperanza, pero la reconstrucción de ese vínculo con el futuro es imprescindible. Para mí, la clave es volver al sentido del futuro, un lugar al que quiero y deseo llegar, y que me permitirá proyectarme, desarrollarme, vivir en la mayor plenitud posible, y esto es importante: la idea de horizonte.
- Hay algunos sectores culturales y políticos que recogen el derecho al horizonte, como para aquellas personas que no han visto uno despejado. Por eso, el mar sigue causando este efecto tan relajante e hipnótico en todas las generaciones. En situaciones caóticas ves un horizonte, donde todo es posible y todo está por venir. Es una idea sugerente a la hora de pensar en lo que hay que hacer.