Georges Perec

Georges Perec ANAGRAMA

Letras

La obstinada memoria de Georges Perec: explorar, jugar, recordar

Un documental dirigido por Pierre Lane y la publicación de Lugares, una obra inédita, devuelve al primer plano de la actualidad editorial al escritor francés, cuya obra literaria póstuma supera ya a los títulos publicados en español

Publicada

No quiero olvidar. Tal vez este sea el eje central de este libro: conservar intactos, repetir año tras año los mismos recuerdos, rememorar las mismas caras, los mismos acontecimientos minúsculos, reunir todo ello en una memoria suprema y demencial”, escribe Georges Perec (1936-1982) en Lugares, una obra inédita e inacabada que publica Anagrama. A su llegada a librerías se suma el documental Perec. El hombre que se negó a olvidar de Pierre Lane, disponible en Filmin. Para llevar más de cuarenta años muerto, el escritor sigue muy vivo. Ya son ya más los libros póstumos, que superan la veintena (no todos traducidos al castellano), que los publicados en vida. 

Quien se acerca por primera vez a Perec muy probablemente lo haga atraído por sus experimentos y juegos vinculados con el OuLiPo, el taller de literatura potencial fundado en 1960 por Raymond Queneau y el matemático François Le Lionnais, al que el autor se incorporó oficialmente en 1967. Los malabarismos más vistosos del autor están conectados con las contraintes (las constricciones) que el grupo propugnaba como un modo de espolear la creatividad. Así, por ejemplo, La disparition es aquella novela de trama detectivesca sobre una desaparición que resulta ser la de la letra e, la vocal más habitual en francés: en sus páginas no se incluye ni una sola palabra que la contenga. Sus traducciones, en apariencia imposibles, son endiabladas cabriolas de mérito parejo: la española, El secuestro (realizada por un colectivo de traductores y publicada por Anagrama) acepta el envite y, para igualar el reto, la vocal que se prohíbe utilizar es la a, la más común en castellano. También existe una inglesa, A Void, que mantiene la desaparición de la e. 

Georges Perec

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En un más difícil todavía, Perec escribió a continuación una segunda novela con el enloquecido planteamiento inverso. En Les revenentes la única vocal presente en todas sus palabras es la e (con alguna pequeña licencia). El texto arranca así: “Telles des chèvres en détresse, sept Mercédès-Benz vertes, les fenêtres crêpes de reps grège, desdencent lentement West End Street et prennent sénestrement Temple Street vers les vertes venelles semées de hêtres et de frênes près desquelles se dresse, svelte et empesé en même temps, l’Evêché d’Exeter" En este caso, claro, no hubo ya traducción posible. 

Son solo dos ejemplos de las alquimias perequianas que se mueven entre la genialidad y la chifladura, y cuya culminación será La vida instrucciones de uso, monumental novela-edificio, poblada por personajes-inquilinos, que contiene infinitas tramas y subtramas en forma de puzle y muñeca rusa. A ella hay que añadir su conciso y exquisito apéndice, El gabinete de un aficionado, que plantea en una embriagadora mise en abyme la detallada reconstrucción de un cuadro ficticio que representa a un coleccionista ante su colección de presuntas obras maestras de artistas reales.  

Sin embargo, hay otro aspecto esencial en la obra de Perec, sin el que no se entiende su propuesta literaria: la memoria, el empeño de levantar acta de la realidad, de cartografiar los espacios y los escenarios urbanos, como un modo -entre fútil y poético- de luchar contra el olvido. Son muestra de ello exploraciones como Tentativa de agotamiento de un lugar parisino, meticulosa descripción de lo observado en sucesivas visitas a la parisina Place Saint Sulpice; o Me acuerdo, desordenado listado de concisos recuerdos acumulados sin ningún tipo de filtro, siguiendo el modelo del I remember de Joe Bainard. La evocación contra el olvido de la niñez perdida es el eje que vertebra W o el recuerdo de la infancia, brillante ejercicio que entrecruza dos formas de memoria: la reconstrucción autobiográfica de sus primeros años y el rescate de un texto primerizo escrito en aquel entonces y titulado W. 

'Nací'

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El volumen formaba parte de un proyecto faraónico que le anunció a su editor Maurice Nadeau en una carta escrita el 7 de julio de 1969, en la que le habla de “un vasto conjunto autobiográfico que se articula en cuatro libros, y cuya realización me exigirá al menos doce años; no doy esta cifra al azar: se corresponde con el tiempo necesario para la redacción del último de esos cuatro libros, que delimita el tiempo necesario para la realización de los otros. Este cuarto libro nace de una idea bastante monstruosa, pero bastante estimulante, creo”. 

De los cuatro libros que tenía en mente, dos los abandonó muy rápido, consiguió terminar W o el recuerdo de la infancia, y el cuarto y más ambicioso, Lugares, el que iba a ocuparle doce años, embarrancó por el camino. Para llevarlo a cabo, el escritor había elegido doce lugares parisinos con los que tenía algún tipo de vinculación personal y se proponía retratarlos a razón de una visita por año a cada uno de ellos a lo largo de doce años, siguiendo un preciso esquema matemático. En cada ocasión los retrataría por duplicado: una descripción minuciosa in situ y una evocación como recuerdo. 

El propio Perec califica su empeño de “memoria suprema y demencial”. Y lo es hasta tal punto que lo ideado se le fue desbaratando. Las propias reglas que se impuso para contrastar lo observado con lo recordado se vuelven en su contra y llega un momento en que confiesa: “No sé muy bien para qué sirve este proyecto”. Además, conforme pasa el tiempo, se van entrecruzando otras aventuras que lo entorpecen: el rodaje de la película Un hombre que duerme, basada en su tercera novela del mismo título, y la escritura de Especies de espacios. De modo que acaba abandonando Lugares. Lo que hoy nos llega, en épica reconstrucción editorial de Jean-Luc Joly, no es una catedral, sino las fascinantes ruinas de un fracaso. Unas ruinas que más adelante fueron el germen de una construcción narrativa igualmente delirante pero más viable: La vida instrucciones de uso. Traducir y publicar ahora las más de ochocientas páginas de estos fastuosos escombros se antoja un gesto editorial tan hermoso como suicida. 

'Lugares'

'Lugares' ANAGRAMA

Varios de los espacios que Perec había elegido estaban vinculados con una reciente ruptura sentimental: la historia de amor vivida en la residencia de artistas de Moulin d’André con su fundadora, Suzanne Lipinska. Sin embargo, hay otro, la rue Vilin, que está conectado con su infancia y aparece en otras obras suyas. La rue Vilin es de algún modo el origen de toda su obra literaria y de su obsesión por recuperar la memoria. El escenario en el que confluyen la memoria personal y la colectiva, vinculada con la condición de judío del autor. En la rue Vilin vivió de niño con sus padres, judíos polacos que habían emigrado a París. La madre tenía allí una peluquería de cuyo cartel todavía quedan vestigios cuando el escritor vuelve a ella. Es uno de los pocos asideros de la memoria, porque para el niño Perec todo aquello desapareció de golpe. 

Al estallar la guerra, su padre se alistó voluntario para combatir a los alemanes y murió en el frente. La madre, consciente de lo que se avecinaba, puso a su hijo a salvo mandándolo en un tren de la Cruz Roja a un lugar más seguro. Esa decisión le salvó la vida, que ella perdió tiempo después en Auschwitz, como otros miembros de la familia. El niño fue acogido por sus tíos y su apellido Peretz cambiado por Perec para camuflar su origen. Ahí empieza una infancia difícil, saltando entre internados y parientes. Hay un breve texto bellísimo, Los escenarios de una fuga (que después Perec convirtió en un cortometraje) en que evoca un episodio de esa infancia, cuando un día huyó de casa y se perdió por las calles de París. 

La vida instrucciones de uso

La vida instrucciones de uso ANAGRAMA

Es en la condición de judío donde en su obra se entrecruza la memoria intima y la colectiva, y es significativo que su último proyecto realizado en vida fuera el conmovedor documental Recits d’Ellis Island, en el que explora la emigración judía a Estados Unidos a través de ese lugar de paso (los textos escritos para el documental están publicados en el volumen Ellis Island). 

Más allá de los juegos y las deliciosas piruetas literarias, hay en la literatura de Perec una herida inicial que es el motor de toda su obra: el mundo de la infancia que se le arrebató y la pérdida de sus padres. Es lo que explica la obsesión por la memoria, las listas, la acumulación de datos para luchar contra el olvido. Ese era también el origen de la obra del artista francés judío Christian Boltanski y sus acumulaciones. 

En Perec todo empieza con la herida de la marcha forzada de la rue Vilin. En un texto breve titulado 'Algunas cosas que debería hacer en cualquier caso antes de morir', uno de los deseos que apunta es “beber un ron encontrado en el fondo del mar (como el capitán Haddock en El tesoro de Rackham el rojo)”. Sabemos por W o el recuerdo de la infancia que cuando su madre lo dejó en el tren de la Cruz Roja, llevaba consigo el cómic de Charlot paracaidista. ¿Cuándo leyó el de Hergé, publicado en 1943? Georges Perec es un niño que juega con el lenguaje y las ficciones. Un adulto que se niega a olvidar.