'Cioran antes de Cioran'

'Cioran antes de Cioran' DANIEL ROSELL

Letras

Emil Cioran o las turbadoras verdades del insomnio

Vicent Piednoir firma un excelente perfil intelectual del gran filósofo del nihilismo que, sin caer en la cancelación ni en el ajuste de cuentas, documenta su atormentada metamorfosis personal desde el nazismo hasta el existencialismo

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Aquel que, entre los veinte y los treinta años, no se suma al fanatismo, a la cólera y a la demencia es un imbécil. Sólo se es liberal por cansancio y demócrata, por sensatez. La desgracia conviene a los jóvenes. Son ellos quienes promueven las doctrinas de la intolerancia y las ponen en práctica; son ellos quienes necesitan la sangre, los gritos, el tumulto y la barbarie (…) El joven nunca se adapta a una filosofía moderada: es fanático, confía en lo insensato y lo espera todo”.

Estas palabras pueden servir para explicar tanto los delirios febriles de la juventud –ya sea en materia sentimental o política, dos ámbitos cuya distinción parece haberse esfumado– como la fiera inconsciencia con la que, en determinadas edades, nos conducimos (casi) todos los seres humanos. Expresan una crítica rotunda y categórica hacia las generaciones más jóvenes –aquellas que deberán asesinarnos– y, sin embargo, en realidad dan forma al autorretrato de un fantasma.

Cioran en 1947 en Rumanía, antes de establecerse en París

Cioran en 1947 en Rumanía, antes de establecerse en París

El rostro que nos descubren es el de Emil Cioran (1911-1995), el último filósofo del pesimismo existencial, un maestro en el arte de hablar de uno mismo mediante el procedimiento de referirse a los otros. Es natural que Cioran hablase así de la juventud: hasta los cuarenta años almorzó todos los días en los comedores universitarios de la Sorbona, el único espacio –junto la biblioteca– donde escenificaba una sociabilidad no deseada.

Veía estudiantes a diario, aunque no entablase conversación con ellos. A excepción de sus paseos, solitarios y perpetrados de madrugada por la Ciudad de la Luz (¡a la hora de las sombras!), pasaba el tiempo leyendo o escribiendo en su buhardilla de la calle del Odeón. La tercera persona del texto esconde por tanto una primera. Es el yo íntimo del escritor rumano quien se confiesa, por supuesto sin presentarse. Hasta que sucumbe:

“Soy un conocedor de obsesiones. Las he sufrido más que cualquiera. Sé qué influencia puede ejercer una idea sobre nosotros, hasta qué punto puede conducirnos, arrastrarnos, abatirnos; los peligros de locura ante los cuales nos expone, la intolerancia y la idolatría que implica, el descaro sublime al cual nos somete. También sé que la obsesión es el trasfondo de una pasión, la fuente que la alimenta y la mantiene, el secreto que la hace perdurar”.

'Cioran y la tentación del fracaso'

'Cioran y la tentación del fracaso' DANIEL ROSELL

Si Cioran es tan sincero en estas líneas –siempre sin dar detalles precisos sobre su experiencia– se debe a que, en el momento de escribirlas, creía que nadie excepto él mismo las leería. Este descargo de conciencia fue encontrado en un trastero de su diminuto departamento, donde todavía conservaba la maleta con la que, medio siglo antes, había llegado a París gracias a una beca circunstancial. Sumaba once páginas, amarillentas, probablemente escritas en los años cincuenta, en francés –la lengua de su segunda vida; como antes lo fueron el rumano y el alemán– y cobijadas en un sobre marrón con el título de ‘Mi país’.

El hallazgo sugiere –sin citar hechos, ni lugares, ni personas– una tormentosa relación con su lugar de origen (Transilvania) y la certeza de pertenecer, sin desearlo, a una cultura mediocre y, hasta cierto punto, reprobable, merecedora de desprecio. Al hablar de Rumanía, donde vivió una temprana infancia feliz y una juventud pasional, Cioran estaba desventrándose, hablando de su herida: la certeza de saberse un extranjero espiritual, un apátrida profesional, una identidad esencialmente fugitiva.

'Cuadernos'

'Cuadernos' TUSQUETS

Sobre esta herida ha escrito Vicent Piednoir un excelente ensayo –Cioran antes de Cioran. Historia de una transfiguración– que el sello Ediciones del Subsuelo acaba de publicar con traducción de Laura Claravall. Un libro que es un ejemplo perfecto de cómo relatar los avatares biográficos e intelectuales de un escritor (incluidas todas sus miserias) sin caer en la epidemia de la cancelación ni regodearse en un ajuste (inquisitorial) de cuentas. Es una obra perfecta. Sin un gramo de grasa (240 páginas), sin exordios, riguroso, justo y con la voluntad de entender la metamorfosis íntima de Cioran, sin afán revisionista y sin necesidad de justificar sus decisiones. Haciendo terrestre a un pensador fascinante que nunca dejó de rumiar sobre la inutilidad de la vida.

La cuestión que aborda –los años durante los cuales el autor de Breviario de podredumbre se aproximó, sin llegar a militar, pero con una indudable simpatía a los legionarios fascistas rumanos y apoyó sin reservas el fulgor asesino del nazismo– es delicada en tanto en cuanto obliga a hacer una lectura moral del personaje. El mérito de Piednoir, sin embargo, no reside en el notable compendium documental –los primeros rumores sobre este oscuro pasado comenzaron en los años cincuenta, cuando el pensador ya se había instalado en París, amplificándose en la década de los ochenta–, sino en indagar a fondo cómo estas experiencias, que el escritor rumano disimuló, probablemente temeroso de que sus libros y su persona se vieran contaminados por el pretérito, articulan su escritura.

'Cioran antes de Cioran'

'Cioran antes de Cioran' EDICIONES DEL SUBSUELO

Piednoir rastrea los textos del filósofo rumano sobre estos años olvidados, los inserta dentro de su propia narración, aporta un interesante contexto biográfico e histórico –el libro contiene una breve historia política de Rumanía– y contrapone sus obras más tempranas, en especial La transformación de Rumanía (1936), un ensayo abiertamente racista, antisemita y xenófobo, con sus descreídos libros franceses, escritos en la lengua de un país que, durante esos mismos años de intesísima fascinación totalitaria, despreciaba (en buena medida debido al desconocimiento).

“Así me ocurrió que mucho antes de cumplir treinta años padecí una pasión por mi país”. “Una pasión desesperada, agresiva, sin salida, que me atormentó durante años. ¡Mi país! Buscaba a cualquier precio aferrarme a él, pero no tenía a qué. No le otorgaba ninguna realidad en el presente, ni en el pasado. Por rabia le atribuía un futuro, lo inventaba de retazos, lo embellecía sin creer en él. Y terminé por atacar ese futuro, odiarlo: escupir sobre mi utopía. Mi rabia amorosa y delirante no tenía, por así decirlo, objeto alguno, puesto que mi país se desmoronaba ante mis ojos. Yo lo deseaba poderoso, desmesurado y demencial, como una fuerza feroz, una fatalidad que haría temblar al mundo. Pero era pequeño, modesto, sin ninguno de los atributos que constituyen un destino. Cuando me asomaba a su pasado no descubría más que servidumbre, resignación y humildad. Al volver al presente reconocía esos mismos defectos, algunos deformes, otros intactos. Lo examinaba sin piedad, con un malsano frenesí por descubrir otra cosa”.

Ejemplar en rumano de 'La tranformación de Rumanía' (1936)

Ejemplar en rumano de 'La tranformación de Rumanía' (1936)

La investigación de Piednoir alcanza mucho más que el conflicto personal que atormentaría al escritor rumano, obligado a camuflarse de sí mismo. Puede leerse también –a partir de este proceso de mutación de Cioran desde el nazismo al pesimismo– como un estudio sobre el sustrato cultural que nutre a todos los nacionalismos, cuya reverberación conecta su libro con la actualidad. La reflexión sobre este pasado, en apariencia tan lejano, alumbra (con antorchas) el presente.

El pensador rumano vivió en Berlín y en Munich el ascenso de Hitler al poder y la nazificación de la sociedad alemana. Estos hechos ayudan a comprender su fascinación violenta, vitalista e irracional por el fascismo y hasta el bolchevismo. De ambas fuentes (marciales y sociales) el joven que fue Cioran pretendía, con veinte años, obtener una síntesis útil para construir la Gran Rumanía, esa utopía nacionalista que, con el decurso de los años, se convertiría en una pesadilla silenciosa.

Pura locura todo aquello. Locura que me hacía sufrir  (…) En lugar de dirigir mis pensamientos bajo una apariencia más real, me ligaba a mi país porque presentía que me ofrecería el pretexto de mil tormentos, y en cuanto pensara en él, tendría a mi disposición una mina de sufrimientos. Había encontrado un infierno inacabable donde mi orgullo podía desesperarse a costa mía. Y mi amor era un castigo que exigía de mí un donquijotismo feroz. Discutía sin cesar el destino de un país sin destino: me convertí en un profeta en el desierto. (…) No era el único en divagar ni en sufrir. Otros tenían un futuro a la vista, en el cual creían a pesar de que en ocasiones las dudas nos invadían respecto de su legitimidad. Éramos una banda de desesperados en el corazón de los Balcanes, condenados a la derrota. Nuestra derrota era nuestra única excusa”.

Emil Cioran, escritor

Emil Cioran, escritor

Los vínculos de Cioran con el nazismo no fueron episódicos ni pasajeros. Se prolongaron durante casi un decenio y fueron vertidos en abundantes escritos –cartas, artículos de periódicos y libros– donde elogia a Hitler, a Mussolini y a Corneliu Codreanu, líder los camisas verdes rumanos. Las ausencia de señales de arrepentimiento, en su mayoría implícitas, generales, difusas y hasta herméticas, no permiten sin embargo concluir que el filósofo rumano no transitase su particular camino de expiación.

La huella de estos delirios, que no fueron una excepción entre otros muchos intelectuales de su generación, puede encontrarse en su obra oficial, aunque siempre de soslayo, porque, de haberse atrevido a someterse a una redención pública, hubiera tenido que dar detalles que después de su muerte, de la que ahora se cumplen tres décadas, existen evidencias más que sobradas. Si sus elipsis se debieron a la vergüenza, o al pánico a ser repudiado por la editorial Gallimard, no lo sabe nadie. Pero lo cierto es que hizo del silencio su forma de autodefensa.

'Historia y utopía'

'Historia y utopía' TUSQUETS

No cabe concluir, en cualquier caso, es que este pretérito no lo atormentase de cierta manera y, como se argumenta en este ensayo, sea el motor oculto de su evolución intelectual y de su humor (negro), que contrasta con el ímpetu idealista y solemne de su juventud. El pasado, en cualquier caso, no anula la trascendencia y heterodoxia de su obra filosófica; la explica a partir de la sabia premisa de que nadie es capaz de criticar la semilla del fanatismo mejor que aquel que lo ha profesado en primera persona.

El nihilismo de Cioran escondía un secreto misticismo destructivo. Más que una ideología, lo que sedujo el joven escritor en los años treinta, como a otros jóvenes europeos, donde entonces las dictaduras llegaban al poder mediante las urnas, fue el caudillaje de los hombres fuertes. Después llegarían la decepción y el realismo: la certeza de que ni siquiera el sufrimiento –como escribió en sus años rumanos y durante su conversión germánicaes capaz de cambiar el destino del hombre. Piednoir lo no condena ni lo absuelve. Sencillamente arroja luz sobre las turbadoras verdades de su infinito insomnio. Y nos ayuda a entenderlo más y mejor.