
La playa catalana declarada Bien de Interés Cultural
La playa catalana declarada Bien de Interés Cultural: un toque retro a media hora de Barcelona
Una cala de arena blanca y fina de 380 metros de largo con una ubicación privilegiada
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Elegir la playa ideal para ir en Cataluña es difícil. Costa Brava, Daurada, playas largas, calas pequeñas, arenales, arena fina, gruesa… Pero muy pocas pueden decir que son, prácticamente, un Bien Cultural de Interés.
No se trata de ninguna cala escondida y no hace falta ir muy lejos de Barcelona para encontrarla. De hecho, se puede llegar a ella en tren sin necesidad de caminar más de 5 minutos y hacerlo en escasa media hora. Menos si se llega en coche.
A pesar de todo muy poca gente la explora. No está vacía, es obvio, pero dista mucho de algunas aglomeradas playas de la Costa Brava o Daurada. Se trata de la playa del Garraf.
Allí se encuentran 33 casetas que parecen de pescaderos que ofrecen un aspecto tan pintoresco como nostálgico. Parecen salidas de otra época. Y, en realidad, es así. Las primeras datan de 1920 y su valor es tal que están protegidas. Ellas y el conjunto de la playa, declarada Bien Cultural de Interés Nacional por parte de la Generalitat.
Historia de las casitas
Se trata de unas particulares construcciones pintadas de verdiblanco, cuya fotogenia es de tal magnitud que, más allá de servir para el postureo, a menudo han servido de plató ideal para anuncios de televisión o escenas de películas. Una imagen muy moderna para construcciones que tienen más de un siglo de vida y cuyo origen es todo un misterio.
Unos dicen que fueron ubicadas allí por los primeros bañistas. Otra versión es que eran espacios donde los pescadores. Por último, no se descarta que en realidad fueran para los trabajadores del ferrocarril, porque sí, el tren llega hasta allí.
Patrimonio centenario
En cualquier caso, se sabe que la primera caseta se erigió en 1923 Estas casas improvisadas causaron furor y la gente empezó a interesarse en tener la suya propia.
Las primeras estaban hechas de madera y el clima y las olas llevó a su destrucción. En 1931, Domingo Sorribas pidió permiso de la Comandancia de Marina para construir otra de estas casetas, esta vez de hormigón y sobre pilares.
Primeros desperfectos
La idea tuvo mucho más éxito. El material en el que estaba contraído era mucho más resistente a las inclemencias climatológicas. Al ver que resistían, rápidamente, los vecinos quisieron la suya. En 1934 ya había 33 casetas.
Desde entonces han pasado muchas cosas. En 1946, el Ministerio de Obras Públicas (MOPU) se convirtió en el propietario de las casetas y responsable de hacer las concesiones. Además, fijó que todas tenían que ser iguales y estar pintadas de blanco y verde. Una estética que aún se mantiene.
A partir de los 50, las casetas fueron amenazadas por la ampliación del pueblo, la construcción del puerto deportivo y la llegada de turismo. Pero siempre se mantuvieron en pie gracias a la lucha vecinal, quienes tienen un papel clave.
En 1984, la Associació de Veïns de la Platja de les Casetes de Garraf se organizó para conservarlas, pero ahora están en manos privadas. La mayoría pertenecen a los herederos de sus constructores.
La playa de las casetas
¿Y ahora? Ahora la playa del Garraf ya lleva su nombre, la Playa de las Casetas (de las Casitas). Una cala que se distingue por su fina arena blanca y sus aguas cristalinas repletas de peces. Al estar bajo un acantilado, la imagen que ofrece es de postal.
El arenal tiene 380 metros de largo y unos 28 metros de ancho. Allí se ubican tres restaurantes y dos chiringuitos, se pueden alquilar kayaks, patines a pedales y tablas de paddle surf y dispone de todo tipo de servicios: duchas, socorristas y rampas de acceso.
El entorno
Las casetas están en un entorno privilegiado. Para empezar, al pie de la playa. Sólo hace falta bajar unas escaleras para pisar la arena y disfrutar de unas aguas calmas. El viento allí sopla con menos fuerza, ya que Garraf se encuentra entre acantilados.
Las rocas se meten en el mar y convierten el lugar en un refugio ideal para peces y otro tipo de fauna marina. Esto atrae a los amantes del snorkel y el buceo que acuden allí con la voluntad de conocer la vida submarina.
Qué hay
Más allá de la playa, Garraf bien merece una visita. Para empezar, llama la atención la presencia de un exclusivo y recuperado hotel privado, solo para socios, que gestiona el grupo Soho Club.
También allí hay una obra de Gaudí. Una bodega que todavía se puede visitar y en la que ahora se encuentra un restaurante. Un edificio que tiene mucho que ver con el hombre que dio origen a todo el municipio.
Garraf, el pueblo
Era sólo 1901 cuando empezaron a construirse las primeras construcciones. En realidad, se constituyó como una colonia de pescadores y trabajadores de la cantera de La Falconera que está próxima y del puerto. Una empresa propiedad del conde Güell.
Fue este noble, que tantas obras encargó al genio modernista, el responsable de que en Garraf exista un edificio de Gaudí. Se trata de una increíble bodega de formas redondeadas que recuerdan mucho a la torre de Bellesguard y donde se encuentra un restaurante.
Atractivo del lugar
La proximidad de la cantera y la dificultad de acceso a la misma, hizo que muchos de sus trabajadores se mudaran hasta allí. Ellos y los pescadores fueron sus primeros habitantes, pero cada vez fueron más.
Su ubicación privilegiada convirtió a Garraf en un lugar completamente atractivo, hasta el punto que en la segunda década del siglo XX ya tenía más habitantes que Castelldefels. La actividad de la cantera y la construcción de un apeadero, ahora convertido en estación, ordenada edificar por el mismo Eusebi Güell hicieron el resto. La cantera todavía existe y el apeadero también, pero ahora es una estación de Renfe.
Cómo llegar
Vivir en Garraf no es económico, ni fácil. No hay grandes bloques de viviendas, sino casas y la oferta inmobiliaria es muy limitada. Pero su atractivo es tal que no son pocos los que estarían encantados de vivir allí.
La movilidad hasta allí es sencilla. Gracias al conde Güell y a su apeadero, ahora llega allí la línea R2 Sud de Rodalies y tarda menos de media hora en llegar allí desde Barcelona. Otra opción es llegar en vehículo privado por la C-31, pero se ha de tener en cuenta que hay poco lugar donde estacionar. El aparcamiento público es limitado y con zona azul de junio a septiembre. Y aun así, se llena rapidísimo, como el que hay también en el puerto deportivo.