
Las variaciones de 'La Dalia negra'
Las infinitas muertes ficcionales de ‘La Dalia Negra’
Beatriz García Guirado indaga, a través de las múltiples interpretaciones del asesinato de la actriz Elisabeth Short en Los Ángeles de 1947, la pulsión sensacionalista y la cultura del espectáculo en La chica muerta favorita de todos
El periodismo –quienes lo ejercemos lo sabemos de primera mano– es una aproximación imperfecta a la realidad de las cosas que, en ocasiones, logra el raro milagro de la exactitud (narrativa), pero no siempre es capaz de reconstruir un suceso de forma absoluta. Esta carencia tiene razón de ser: los hechos, que son a los que un periodista debe su oficio, alumbran mucho pero no lo explican todo. O mejor dicho: siendo una parte esencial de las cosas, no necesariamente las describen en su totalidad.
Un periodista debe contar qué sucedió, a quién le ocurrió y cómo fueron los hechos, pero tiene bastante más difícil la tarea de desentrañar la incógnita capital: ¿Por qué acontecieron de una manera concreta y no de otro modo? ¿A qué obedecen? Los límites del relato estrictamente factual son más evidentes cuando el objeto de las pesquisas es un crimen en el que, además de una muerte violenta y la ligazón entre los concernidos –el asesino y la víctima, unidos para el resto de la Eternidad, incluso más allá de su extinción biológica–, se condensan los prejuicios, los sobreentendidos y las creencias morales de una sociedad en un instante concreto de la Historia.

Elisabeth Short
El asesinato de Elisabeth Short, una actriz de 22 años que fue torturada, desfigurada y apareció cortada por la mitad en Leimert Park, un suburbio de Los Ángeles en 1947, es uno de estos episodios. Sobre él se ha proyectado desde el primer día el inequívoco aroma de la mitología de la desgracia. Nadie sabe, y mucho menos recuerda, quién fue realmente Elisabeth Short. Han transcurrido casi ochenta años desde su vil asesinato y su responsable todavía carece –en primera instancia– de nombre.
Quien no ha desaparecido de la memoria cultural es La Dalia Negra, que es el sobrenombre que la prensa sensacionalista de la época inventó, a partir de efectistas asociaciones circunstanciales, para referirse a Short. reduciendo su individualismo a un personaje de ficción, lo que no deja de ser una segunda forma de muerte pública. Y que explotó publicitariamente su tragedia hasta convertirla en una controversia popular equivalente al atentado contra John F. Kennedy en Dallas. La Dalia Negra es un ejemplo de viralidad más de medio siglo antes de que existieran las redes sociales. Y muchas otras cosas: una historia dramática, una parábola sobre el vicio, un cuento (a)moral, la crónica de una salvación imposible, con tonos bíblicos, y una de las zonas oscuras de la cultura norteamericana.
Beatriz García Guirado
La escritora Beatriz García Guirado (1983) ha decidido compendiar las infinitas versiones y variaciones sobre este asesinato en un libro –La chica muerta favorita de todos (Libros del K.O.)– que, siendo un ensayo de orden cultural, combina la narración de atmósfera noir y la crítica cultural (los libros, escritores, películas y cineastas que han abordado antes el caso) con una reflexión acerca de cómo la manera que tenemos de contar las cosas y de juzgar a las personas (sobre todo a aquellas que no conocemos de verdad) delata nuestra estrecha percepción del mundo.
Es un libro fantástico. Al mismo tiempo que construye otra versión alternativa del caso –lo que no diferencia a García Guirado del ejército de autores, como el novelista James Ellroy, que han usado este asesinato para expresar su opinión personal sobre la maldad y la depravación humana– sitúa en primer plano los riesgos de desfigurar la verdad con códigos simplistas, igual que hacen la prensa amarilla, la televisión o el cine; espacios donde los matices y la complejidad estorban, y que fueron las manifestaciones más tempranas de la sociedad del espectáculo, como diría Guy Debord, que en estas ocho décadas no ha hecho más que expandirse hasta colonizar el imaginario colectivo, impidiendo así que la línea entre la verdad y la mentira se mantenga nítida y bien visible.

'The Black Dahlia'
García Guirado se pregunta –y es una pregunta pertinente– qué datos realmente fiables existen al margen de las abundantes especulaciones, teorías y fabulaciones sobre la muerte de Elisabeth Short. Su hallazgo es que no demasiados, ni muy exactos, lo que no evitó que la bola de nieve de la especulación y la deformación interesada sobre su vida y su muerte perdure hasta hoy, cuando el true crime –ya sea en formato narrativo o audiovisual– se ha convertido en uno de los yacimientos comerciales más rentables para la industria editorial y de contenidos.
Todos los libros se nos venden como si fueran thrillers. Todas las películas y series aspiran a crear suspense y miedo entre los espectadores. El arte es secundario. Y la realidad, aunque pueda superar a la ficción, siempre ha carecido del delicado orden táctico de las tramas funcionales que exigen estas fórmulas genéricas. Es el autor quien las fabrica.

El certificado de muerte de Elizabeth Short
El misterioso asesino de Elisabeth Short, que además de actriz sin éxito había trabajado en bares y como modelo, no dejó huellas. Se sospecha que tenía conocimientos médicos y anatómicos. Su identidad es otro de los grandes misterios del caso. Los que García Guirado llama detectives de sofá le han adjudicado más nombres que a Cristo. Pero lo desconcertante de esta historia es que, al matar a su víctima de forma tan abyecta, el criminal sin rostro activó el proceso (irónico) que ha convertido a La Dalia Negra en una perdurable leyenda postmortem. En una metáfora cultural de la Norteamérica de la posguerra, donde los neones de Hollywood siempre ocultaron las sombras de vidas vulgares en busca de redención.
El libro permite asomarnos, de nuevo, a un fenómeno contemporáneo que es, a su vez, universal: la inquietante atracción que la crueldad provoca entre la gente corriente y la frivolización extrema de la violencia por parte de las masas. Por supuesto, su autora bebe de la literatura hard-boiled, de la crónica, del libro de viajes y de su fascinación por el mundo onírico del cineasta David Lynch, al que le dedica el final de su obra.

'La chica muerta favorita de todos'
La escritura de Beatriz García Guirado es original, adictiva y creativa. Asociaciones abundantes, cambios de tercio constantes, mucha habilidad en el manejo y administración de los distintos tonos enunciativos, simultaneidad, coloquialismo, confesionalismo desinhibido e, incluso, talentosos pastiches. Todos los ingredientes para disfrutar de una buena lectura. Incluido el elemento capital: renunciar a resolver el misterio.