
'Romería', la última película de Carla Simón
Carla Simón, del costumbrismo a la fábula
La directora catalana estrenó la semana pasada 'Romería', el último film dedicado a la historia de sus padres, con una propuesta que supone una evolución en su habitual estilo naturalista
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Carla Simón cierra la trilogía familiar con la que dio a luz a su cine. Romería es el título de su última película, presentada hace una semana en el prestigioso Festival de Cannes, con la que compitió para ganar la Palma de Oro. El film de la directora catalana sigue la estela de sus dos obras predecesoras, con las que intenta dar forma y voz a una infancia y un pasado marcado por la muerte de sus padres, víctimas del sida.
Y sin alejarse de su esencia naturalista, intimista, la ganadora del Oso de Oro en la Berlinale añade un ingrediente novedoso a su cine, demostrando un interés creciente por alejarse del realismo radical que hasta ahora caracterizaba su propuesta fílmica.

Carla Simón junto al reparto de 'Romería' en el Festival de Cannes Agencia EFE
El planteamiento de Romería podría leerse como una continuación de la historia de Frida, la protagonista de Estiu 1993, ópera prima en la que Simón mostraba cómo fue vivir el duelo en su infancia.
Han pasado varios años, Frida ha crecido y se llama Marina (la debutante Llúcia Garcia), una adolescente ávida por saber más acerca de lo que le sucedió a sus padres. Movida por ese deseo, viaja a Vigo para encontrarse con la familia de su padre, con quien nunca llegó a tener trato, en una visita con la que también espera reconstruir la historia de amor que vivieron de adolescentes a finales de los años 80.
El cine de Carla Simón
El duelo, la búsqueda de información y la necesidad de ir más allá de la tragedia son temas presentes en este film y en toda de la obra de la directora catalana, un cine atravesado por una historia familiar muy compleja. Su entorno ha jugado un papel central en sus tramas: si en Alcarràs Simón se centraba en la rama materna, en los conflictos y disputas surgidos de la pérdida de su modus vivendi en los campos de Lleida, en Romería sitúa el drama en las costas gallegas y en el silencio que guarda allí la familia paterna.
La cerrazón de estos, que no contemplan hablar sobre la drogadicción de su hijo, se enfrenta a la natural curiosidad de Marina-Simón por saber más.

Fotograma de 'Alcarràs' Filmin
Romería va más allá de la memoria. Un aspecto importante, si se atiende a lo que hasta el momento había guiado el viaje cinematográfico de Carla Simón. Sus anteriores trabajos, encajados dentro del cine de autor, nacieron de sus propios recuerdos y experiencias, y adoptaban un estilo costumbrista, cercano al documental. Estiu 1993 y Alcarràs recreaban la vida misma, con sus tiempos muertos, en los que aparentemente no está pasando nada.
Esta obsesión por el naturalismo llevó a Simón a escoger a actores naturales como reparto. Dos niñas de apenas seis años en Estiu, una familia de ocho miembros en Alcarràs, fue la apuesta de la directora catalana para huir al máximo del artificio, y siguió la misma línea en su manera de dirigir.
La improvisación estaba por delante del corsé de unas líneas de diálogo, eso sí, siguiendo un guion con escenas muy comedidas, en las que la acción dramática sucedía en los silencios, los gestos, las miradas de sus personajes.
Llenar el vacío
El afán de verismo continúa en su última película, a partir de los documentos que conserva escritos por su madre, destellos de lo que pudo ser la historia de amor que vivió con su padre y su embarazo. Es lo poco con lo que cuenta Carla Simón para elaborar la última obra de esta trilogía familiar, una falta de información que ha motivado a la cineasta a romper los moldes del realismo, abrir la veda a imaginar lo que pudo haber sido y a contarlo de una manera distinta.

'Romería'
Así, en esta ocasión cuenta con actores profesionales, incluso una debutante en el papel de Marina. También incluye una cámara de vídeo, alterando el formato del film, un medio con el que la protagonista documenta su viaje y se empapa de las imágenes que grabó su madre –basadas en las cartas con las que Simón elaboró el corto Cartas a mi madre para mi hijo–.
Y por último, propone una trama que poco a poco se desvincula del plano de lo material, de lo estrictamente real, para adentrarse en el lirismo, en un enfoque poético y onírico para poner en imágenes el idilio que tuvieron sus padres, antes de la tragedia.
Son las grandes y pequeñas variaciones que inauguran un nuevo camino para Carla Simón. La autora de Romería no ha conseguido el triunfo en Cannes, pero ha logrado sorprender con una propuesta que deja entrever la posibilidad de que continúe experimentando con su cine.