El sector de los festivales de música se ha consolidado como un motor económico de primer nivel en Barcelona. Las citas aportan, según los datos que opera el mercado, una facturación que rebasa los 130 millones de euros al año en la capital catalana. Y en este sentido, la Ciudad Condal ha superado a Madrid como capital de los saraos en España.
Son vernáculos de Barcelona excelentes productos como el Primavera Sound, el Alma Barcelona, elRow o el Fury, por poner cuatro ejemplos de citas 100% locales e ineludibles a los que acude público que nada tiene que ver entre sí, ni por edad ni por gustos musicales. Ni por pintas, que diría aquel,
Todos ellos aportan valor, complementan la oferta cultural --y turística-- de la urbe, son vivero de directivos y empresarios que se han convertido en referencia --prescriptores-- en su segmento, obrando de miniescuelas de negocios-- y llevan la marca Barcelona en su frontispicio. Y muchos pasean esa etiqueta con orgullo allende las fronteras.
Entre estas ofertas nació hace unos años el Brunch Electronik, una rave itinerante que quiso utilizar Barcelona de pista de baile para una programación estable de música electrónica en distintos espacios de la ciudad, tanto públicos como privados. Tenía, también, voluntad de barnizarse de acento local y, en cierta manera, lo logró.
El Brunch arrancó como un subproducto de la comunidad expat al pie del Mediterráneo, y buscó enraizarse en el tejido ciudadano establecido. Antes, como otros, de dar el paso a ciudades de todo el mundo.
Hay dos diferencias con el resto de players. Dos distinciones que parecen menores, pero que a la postre, y en el intensivo sector musical --por tiempo, mano de obra y marrones-- resultaron fundamentales.
Uno, el favoritismo descarado del que se benefició el Brunch durante la época de la alcaldesa Ada Colau.
La primera edil de los comunes trató al ocio nocturno con mano de hierro salvo a esta juerga itinerante. Promotores y dueños de clubes sufrieron la ira del los gerentes de distrito de BComú y sus subordinados, pero el Brunch se salvó. ¿Por qué? Los motivos jamás trascendieron. Se especuló con una buena relación de sus directivos con la Casa Gran.
Sea lo que fuere, allí donde otro competidor pedía plaza, Barcelona se lo negaba. Si eran los dos dueños de la parranda móvil con DJ quienes lo hacían, la lograban. Incluso en parques públicos, privilegio que mantienen a día de hoy. Nadie más lo conseguía.
Y dos, un trato hostil, rayano a la tiranía, que mostraba el festival con el resto de empresas. Pese a ser más pequeño que otros competidores, como el Primavera Sound o el Sónar, los auténticos poster boys de la escena musical de Barcelona, sus dos promotores se mostraron altivos, a menudo intratables.
Hasta ahora, en 2025, cuando parte del sector --entero-- se enfrenta a una crisis de reputación colosal por los vínculos con Israel que tienen algunos de sus nuevos propietarios: los fríos fondos de inversión. Como otros, el Brunch dio entrada al capital riesgo para poder crecer.
Y también, como otros, el festival nómada mimado por los comunes ha tenido que salir a defender que la ligazón con sus propietarios últimos no es tan intensa como lo pintan algunos estamentos. Sí, ponen dinero, pero ni marcan las directrices ni la operativa gerencial.
Eso sí, a diferencia del resto de opciones, el Brunch desembarca en la crisis con menos armas para combatir el golpe de imagen. El trato preferencial del que ha gozado en los últimos tiempos complica su defensa.
Como también ha complicado la protección de su imagen contra los boicoteadores --pocos, habituales y radicalizados, sospecho-- el hecho de que los cerebros del Brunch hubieran entrado en guerra con, por ejemplo, el propio Primavera Sound, como explicó este medio.
En síntesis: dos empresarios francófonos pensaron que menospreciando a la empresa local y asiendo contactos políticos podrían asentarse y crecer. Se han equivocado, y el tiempo, y las dinámicas empresariales, han mostrado que sus alas eran de cera, como las de Ícaro.
Ahora, el Brunch, la quintaesencia de tardeo urbanita barcelonés, afronta la difícil tesitura de seguir aportando al negocio musical en igualdad de condiciones que el resto de actores. Sufriendo las crisis, como la actual, o aprovechando las oportunidades, que también las habrá. Ahí está el verano, a la vuelta de la esquina.
Pero el tiempo, o la ciudad, parecen haber puesto pie en pared igualando a todas las ofertas. Parece que hayan dicho "todos iguales, y que gane el mejor". Que es lo que tendría que haber sido desde el principio, por más que algunos tuvieran un buen contacto. O una pretendidamente innovadora área kids imitada de otro festival.