De pretender crear una república catalana a suplicar que en la UE les permitan hablar un poquito en catalán, la evolución de Junts ha sido imparable, en pocos meses se van a conformar con que en el bar del congreso sirvan ratafía, eso va a ser suficiente para seguir sosteniendo a Sánchez en el poder.

Empezar una intervención en el Parlamento Europeo con un bon dia significa que tantos años de dar la brasa, tanta cárcel para unos y huida con el rabo entre las piernas para otros, tanta convivencia rota en Cataluña, tantas empresas que se fueron y tantos votos perdidos por el camino por parte de los partidos independentistas, habrán valido la pena.

Un bon dia gritado a pleno pulmón es la libertad de un pueblo y todo sacrificio para conseguirlo, es poco. Quien no se conforma es porque no quiere, y si no hay en toda Europa quien preste apoyo a un nuevo estado catalán, tal vez algún despistado vote a favor del catalán como lengua oficial, nunca se sabe. Y si no, a por la ratafía en el bar, que a eso no habrá quien se oponga.

Junts es un partido curioso. Siempre está exigiendo, aunque con la particularidad de que, si sus exigencias no son satisfechas, se saca de la manga otra más sencilla de cumplir, pero ni así. Y así va pasando el tiempo, rebajando aspiración tras aspiración, con la esperanza de que finalmente les hagan caso en alguna, aunque sea por caridad cristiana.

En realidad, más que exigir, lo que hacen es suplicar, pero como eso no se aviene con la cara de enfurruñados que se ven obligados a poner para que sus fieles les tomen por políticos incorruptibles y duros negociadores, prefieren decir que exigen. A fuerza de rebajar expectativas, no es descartable que algún día puedan convocar una rueda de prensa para anunciar que finalmente han tenido éxito.

— Esta vez Pedro Sánchez no ha tenido más remedio que aceptar nuestras exigencias: a partir del año que viene nos eximirá a los diputados de Junts de besarle los pies, por lo menos en público. ¡Junts no se rinde! ¡Siempre al servicio de Cataluña! Ni un pas enrere!

De momento, estamos todavía con la idiotez del catalán oficial en la UE, tiempo habrá para recoger velas e idear otra “exigencia”, en cuanto tampoco ésta prospere. Lo que seguro que no va a suceder, es que Junts deje de dar apoyo político al partido que esté en el poder, sea cual sea. Lo llevan en su ADN convergente, pero, sobre todo, les va en ello carguitos y dinero, y eso no se renuncia jamás.

La Unión Europea empezó siendo un intento de unificar Europa y ha terminado siendo una asamblea de burócratas que, cuando se aburren, se sacan una norma inútil de la manga, a poder ser en perjuicio de los de siempre, que son los trabajadores de cualquier país, aunque preferentemente del sur.

Aun teniendo claro que la presunta oficialidad del catalán es un gesto inocuo sin utilidad alguna, sería ciertamente sorprendente que, en lugar de unir a Europa, su propio parlamento se dedicara a dividirla, y que ahí todo el mundo pudiera hablar el idioma que le diera a gana, fuese catalán, bretón, gaélico o groenlandés, puesto que es de suponer que el resto de lenguas no iban a permitir que el catalán tuviera más privilegios que ellas.

Tampoco es descartable que ello suceda, ya que con los burócratas europeos nunca se sabe y el sentido de sus votaciones depende en gran medida de si en la comida anterior el alcohol ha corrido con mayor o con menor prodigalidad, así como de la prisa que tengan en el momento de la votación.

Aun así, convertir la sede de la soberanía europea en una torre de Babel suena extraño, sobre todo sabiendo cómo terminó la original.