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Letras

El inquietante cine de Carlos Vermut y una reflexión feminista

Ana Marcos publica 'A mí no me ha pasado nada', un ensayo en el que detalla su experiencia como parte del equipo de investigación que sacó a la luz el caso contra el cineasta Carlos Vermut, y reflexiona sobre la normalización de la violencia sexual en nuestra sociedad

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A principios de 2024 un acontecimiento rompió la aparente calma que hasta entonces reinaba en la industria del cine en España. “Tres mujeres acusan al director de cine Carlos Vermut de violencia sexual”, fue el titular que puso en el punto de mira a uno de los directores de cine más reconocidos en nuestro país, acusado de haber forzado y abusado de varias mujeres con las que mantuvo una relación.

El debate que se abrió a continuación fue más allá de lo que el grupo de periodistas al cargo de la investigación había deseado, generando una oleada de críticas que ponían en duda el rigor del trabajo periodístico en cuestión. Sin embargo, también tuvo el mérito de abrir un necesario debate sobre los límites del consentimiento y las dinámicas de poder que operan en una industria tan hermética como la del mundo del espectáculo. 

El relato de los testimonios activó el famoso mecanismo de la cancelación en torno a la figura del cineasta, ganador de dos premios Goya, en un proceso similar a otros casos como el de Gérard Depardieu, recientemente condenado por abuso sexual, Woody Allen o Kevin Spacey. Y al mismo tiempo, abrió de nuevo el debate público acerca de una cuestión que ha afectado al arte desde siempre, y que está adquiriendo más relevancia en nuestro presente, a razón de lo anterior: la necesidad o no de prescindir de la personalidad del artista en relación con su obra.

'A mí no me ha pasado nada' (Debate)

'A mí no me ha pasado nada' (Debate)

Sin embargo, la intención inicial de los periodistas no fue más que la de hacer justicia a los testimonios de aquellas mujeres que habían confiado en el periodismo para darles voz: así lo explica y reivindica Ana Marcos, parte del equipo de investigación sobre abusos en el cine de El País, en el ensayo que publica de la mano de la colección Debate, A mí no me ha pasado nada: por qué normalizamos la violencia sexual contra las mujeres. 

Los límites del consentimiento

En las primeras páginas de este ensayo es la propia Marcos en primera persona quién explica con detalle lo que ocurrió durante la investigación periodística. Cómo tanto ella como sus compañeros recurrieron a un exhaustivo método para asegurar un trato justo a todos los afectados dentro del proceso, tratando de preservar la verdad que exige el buen periodismo, pero también la integridad de sus fuentes, las supuestas víctimas.

Para la periodista Ana Marcos, trabajar durante un año en la investigación de estos casos fue muy duro, así lo expone en el prólogo. Escuchar las duras vivencias que le confiaron las mujeres que acusaban a Vermut fue una experiencia que le llevó a preguntarse, de forma personal y profesional, sobre cómo los límites del consentimiento se dibujan no solo en casos llamativos y extremos como el que tuvo entre manos, sino en el día a día de la mujer en la sociedad actual. 

Siguiendo esta inquietud, Marcos va intercalando en su crónica varios datos contrastados, estadísticas e información proporcionada por psicólogos o expertos en abusos sexuales. Con ello consigue hacer partícipe al lector de su preocupación hacia los temas controvertidos que presenta, y aportar al debate algunas cuestiones inquietantes.

El director de cine Carlos Vermut

El director de cine Carlos Vermut

Aquella más llamativa, y que atraviesa la mente de la autora en más de una ocasión, se materializa en una anécdota que explica en las primeras páginas. En medio de una charla con sus amigas, cuenta, experimentó un choque frontal con los efectos de la llamada "cultura de la violación" cuando ante la pregunta de si alguna de ellas había practicado sexo con sus parejas sin ganas, más de una contestó que sí. De alguna manera, en ese acto de rendición tan autómatico, Marcos percibió que podía haber algo más. Quizá un ejemplo, a pequeña escala, de cómo la mente de la mujer tiende a normalizar la dominación masculina.

Al hilo de ello, escribe una reflexión que sigue latente en el resto del libro: "Aunque sepamos que nos puede violar nuestro marido, nuestra pareja, el chico al que vemos desde hace meses, preferimos seguir identificando como víctimas únicamente a las mujeres a quienes agreden desconocidos de una manera superviolenta una noche en un callejón oscuro".

La víctima y el miedo a la denuncia

¿Hasta qué punto la definición de víctima engloba lo que una mujer puede llegar a sufrir?

En el entorno laboral, en la pareja, incluso en las charlas improvisadas entre amigos, se suceden mecanismos que manipulan, silencian, e incluso "desprograman" la mente femenina cuando un hombre actúa para aprovecharse sexualmente de una mujer, una realidad que es crucial para la periodista a la hora de considerar el caso Vermut.

Si el reportaje fue criticado por conservar el anonimato de las supuestas víctimas y la ausencia de denuncias, Marcos se centra en encumbrar su valentía y su sufrimiento, basándose en los testimonios que solo ella y su equipo conocieron en profundidad.

Con el mismo objetivo, el de otorgar veracidad a sus relatos, incide en todos los pormenores del caso y en lo que sintieron sus fuentes: la dificultad para considerarse víctimas, que las llevó a años de silencio, el miedo a perder sus trabajos en una industria que funciona por red de contactos y de la que una vez fuera, es muy difícil volver, y la violencia dentro de una relación en la que se practicaba "sexo duro".

Pero la periodista busca llamar la atención sobre una cuestión más: el miedo a la revictimización en el proceso de denuncia ante la Justicia –y ante cualquier denuncia que las enfrentara ante la opinión pública– del que quieren protegerse las que han sido víctimas, una realidad que no debería restar valor al testimonio de las mujeres que, como en el caso del cineasta Carlos Vermut, decidieron optar por dirigirse a los medios antes que a un Tribunal. 

Ensalzar al artista

En el cine como en cualquier otro arte la mirada es un componente crucial. La visión del artista atraviesa la creación y quién está al otro lado es admirado e incluso estudiado para ver quién es el genio: es una postura romántica la de poner en un pedestal al artista, a veces atormentado, incomprendido, extravagante.

Imagen de 'Diamond Flash'

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El cineasta Carlos Vermut fue encumbrado en sus primeros momentos de gloria con esa premisa, y varios periodistas, compañeros de profesión como José Sacristán, incluso académicos, lamentaron las repercusiones que el artículo iba a tener en su reputación. Una joven promesa que hacía un cine peculiar, pero no menos interesante, una propuesta fílmica de tramas a la par que adictivas, inquietantes (la de su último film Mantícora, trata la pedofilia), que le valieron varias nominaciones y la Concha de Oro en San Sebastián por Magical Girl.

El enfant terrible del nuevo cine español, sin embargo, estaba llamado a ser aquel que pusiera en entredicho, una vez más, –pero quizá más en cuanto a la inclusión de lo grotesco en el arte– cuánto ha de separarse al artista de su obra. Es una cuestión que queda de paso en A mí no me ha pasado nada, pero que permanece después de leer el ensayo, más aún si el lector se considera un fan del cine de Carlos Vermut: ¿si al ver una película en la que se ejerce la violencia contra la mujer, uno afirma que se trata de una propuesta fílmica interesante, se está obstaculizando la lucha contra la violencia sexual hacia las mujeres?

Una conclusión

"Que sirva de algo", es el principal y humilde propósito de la periodista con este ensayo. Su llamado a la acción, a adoptar una mirada crítica y comprometida con la violencia sexual en todas sus formas, a derribar, aunque sea de forma paulatina, los prejuicios y los mecanismos que perpetuan las conductas abusivas contra las mujeres, surgió efecto en su momento.

A raíz de la publicación del caso Vermut, el gobierno anunció la creación de la Unidad de Prevención y Atención contra las violencias del Sector Audiovisual y Cultural, entre otras medidas que buscan acabar con este sistema. Así, parte de los deseos de Ana Marcos se han cumplido: aunque transformar la conciencia colectiva requiere tiempo, las lectoras que se sientan interpeladas por su ensayo podrán afirmar, sin reservas, que sí, ha servido de algo.