José Enrique Ruiz-Domènec, en la entrevista con 'Letra Global'

José Enrique Ruiz-Domènec, en la entrevista con 'Letra Global' GALA ESPÍN Barcelona

Ideas

Ruiz-Domènec: "China se sentará pronto en la mesa para plantearle un duelo a Occidente"

El historiador, autor de 'Un duelo interminable', asegura que China dejará claro que no cree en los valores universales que ha defendido "con cinismo" Occidente y que ofrecerá un mundo con "tres o cuatro civilizaciones" a partir de una defensa férrea de su cultura

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La conversación fluye, rica, con citas y con alusiones a la más estricta actualidad. Es una de las grandes características de José Enrique Ruiz-Domènec (Granada, 1948), la de participar en el debate público. Atesora una obra extensa, con libros como El sueño de Ulises, La novela y el espíritu de la caballería, o El Gran Capitán, sobre Gonzalo Fernández de Córdoba (1453-1515), el héroe militar de los Reyes Católicos. Su más reciente trabajo es Un duelo interminable, la batalla cultural del largo siglo XX (Taurus).

El libro está llamado a ser uno de los ensayos más apasionantes y lúcidos de los últimos decenios en Europa. ¿Por qué? Lo que propone Ruiz-Domènec es abrazar el duelo como un puente que permite el diálogo, que, desde la firmeza de posiciones, busca un encuentro. Es, de algún modo, la autobiografía intelectual de un historiador que ha mutado en escritor de alto vuelo. Burckhardt contra Michelet, Nietzsche contra Wagner, Apollinaire contra Malatesta, un posible Ortega frente a Orwell, Eco frente a Marcuse o Harari frente a Ratzinger.

Con todo ese peso, con esos diálogos, delante aparece China. Y en esta entrevista con Letra Global, realizada un día antes de que se conociera la identidad del nuevo papa, tras el Cónclave en el Vaticano, Ruiz-Domènec señala lo que acabará llegando: "China se sentará pronto en la mesa para plantearle un duelo a Occidente", desde la convicción de que para los chinos los valores occidentales no pueden ser universales.

Ha planteado usted los duelos culturales de los últimos 150 años, desde la Comuna de París. ¿Qué subyace en esas oposiciones intelectuales?

He planteado un marco, con una cronología precisa, en términos plurales, con una idea sobre la armonía intelectual. Una armonía que no se ha encontrado. Me di cuenta al plantear el duelo entre Nietzsche y Wagner, que resulta un paradigma explicativo. He seguido, por tanto, duelos reales y algunos que pudieron haberse producido, por ejemplo, el de Orwell frente a Ortega y Gasset. Hubieran sido buenos duelistas. Hay conceptos antagónicos: los hechos de 1917 en Rusia, ¿un golpe de Estado o una revolución social? Aquí no hay ningún interés por llegar a un acuerdo. Pero lo que he percibido es que también hay vasos comunicantes, y es el tercer elemento que me ha interesado. Me he movido en el territorio neutral, que me ha gustado mucho, aunque soy un hombre de frontera. Es decir, he llevado las cosas al límite para tratar de entender. Y lo que me llamó la atención es que los propios historiadores entraron también en la batalla cultural. Por eso empecé por el duelo entre Michelet y Burckhardt a partir de la idea de Renacimiento. Me pareció oportuno porque soy heredero de Michelet, pero también soy un apasionado de la obra de Burckhardt, y me tenía que comprometer, como heredero de maestros y ahora yo también como maestro. El libro avanza, por tanto, como una autobiografía intelectual, que muestra las cosas que he leído y las que no.

¿Ha querido Ruíz-Domènec establecer puentes a través de esos duelos? ¿Esa es la apuesta?

Es una pregunta oportuna, porque ese ha sido mi compromiso. Como docente y como crítico en medios de comunicación sabía que el historiador tenía que participar en la batalla cultural. Lo viví en París con el duelo entre Foucault y Habermas, con visiones diametralmente opuestas, que dejaban claro que no se iban a entender. Y ahora he volcado mis experiencias y he intelectualizado esas experiencias. He tenido discípulos y compruebo cuando los sigo, con orgullo, que han captado algo de mí. Es el libro más personal que he escrito y creo que se nota, a partir de eso que se ha llamado como ‘transversalidad’. La Cultura es una sola, y es lo que he buscado reflejar.

Es obra de un historiador, pero aparece de forma clara el escritor.

 Si, la doble faceta. Yo quería ser escritor. Y ahora soy un profesor que aprendió a ser un escritor.

En esos duelos se plantea de forma constante la disyuntiva ruptura o continuidad. Sobre el escritor Robert Musil se señala la frase del protagonista de El hombre sin atributos, el “todavía no”. ¿Cuándo es el momento de la acción?

Soy deudor de la maduración de una idea, la de la toma de conciencia. Para Musil, la obra El hombre sin atributos fue muy costosa. No quise enfrentarlo con otro duelista, como podía haber sido Thomas Mann. No hubiera sido coherente. A Musil le hirió el mundo. Y mi idea en el libro ha sido la de abrir ventanas para que entre el aire. Considero que en gran medida también he sido herido por el mundo. Musil nació en un territorio cultural y murió en otro. Y percibe que no quiere morir en otro contexto cultural. A mí me ha pasado. A veces me siento un desplazado, pero estoy contento de haber traspasado ese contexto distinto, marcado ahora por la digitalización. Y si tengo que utilizar para escribir la Inteligencia Artificial lo haré. Por eso el libro abarca hasta la actualidad, no se reduce a un mundo anterior. Quería explicar el tránsito entre esos dos contextos culturales.

Hay un duelo entre Harari y Ratzinger, con esa idea que se ha extendido sobre el pesimismo de Harari en relación a ese futuro marcado por la IA.

Harari es pesimista porque ve que lo que está por venir es muy novedoso. Sin embargo, yo creo que viene de antiguo, es la Europa Moderna contra el Renacimiento. Son debates que se han ido elaborando durante muchos años, lo orgánico contra la unidad de la física, Buffon contra los seguidores de Newton… El papa Francisco, que nos ha dejado, y que tenía mi libro para leer, creo que estaba interesado en el duelo como elemento constructor. Yo me quedo, precisamente, en el duelo y soy escéptico como Harari, pero esperanzado, porque creo que tendremos una dialéctica de salida.

¿Por qué los historiadores, en términos generales, critican a Harari?

Harari es un historiador medievalista reputado. Y es difícil que se le perdone que salga de la disciplina, y más cuando ha alcanzado cierta reputación. Es más fácil cuando le sucede a alguien marginal. Lo que ha hecho Harari, con Sapiens, por ejemplo, es una reflexión muy teológica del mundo. Una expresión dura del Génesis, con el ser humano expulsado del paraíso. El ganarse el pan, con el sudor de su frente, es para Harari un castigo autoimpuesto, que es el neolítico. Deja de ser recolector y se hace un hombre social. Plantea, por tanto, la cuestión como un trabajo duro, electivo. El hecho es que Harari tiene razón cuando habla de esa maldición autoimpuesta. Y no creo que el ser humano quiera salir de esa autoimposición. Lo vimos con la pandemia del Conoravirus. La tecnología nos hace trabajar más. Y con otras máquinas buscaremos las fórmulas para trabajar con ellas más intensamente.

José Enrique Ruiz-Domènec, en 'Letra Global'

José Enrique Ruiz-Domènec, en 'Letra Global' GALA ESPÍN Barcelona

Lo difícil, lo que se propone, por tanto, en Un duelo interminable, es quedarse con el duelo, no optar por una de las dos posiciones, por esa polarización constante.

Está la idea de llegar a un acuerdo, a partir de grandes conflictos. Hitler y Chamberlain podían haber llegado a un acuerdo, podía haber funcionado. El diálogo con el adversario, por diabólico que le parezca a uno, puede funcionar. Chamberlain querñia evitar esa guerra, no la Guerra, esa guerra que podía desencadenarse. Quería una guerra civilizada. El duelo es necesario. Lo que sostengo es que defiendes una cosa porque intelectualmente crees en ella. Yo defiendo Lolita, de Navokov, aunque no me siento involucrado ni me gusta. Pero como historia es defendible. Esa es la diferencia. Eso es el duelo. Un debate continuo, desde campos opuestos. Vamos a desplegar con sinceridad nuestros postulados y luego ya veremos si tienen cabida o no.

¿Se puede plantear un duelo entre Occidente y China? China no tuvo una Ilustración y no cree en los valores occidentales.

Sí, yo creo que China tiene una propuesta para hacernos. No la formula del todo porque no dejamos que la plantee. Ojalá nos haga una propuesta directa, intelectual, y a ver cuál es la reacción de Occidente, porque en el duelo entre ambos determinaremos el futuro. Y sí, China no va a aceptar el carácter universal, el que planteaba Hegel. China cree que si otras civilizaciones lo pueden hacer es porque son débiles.

El historiador José Enrique Ruiz-Domènec, en 'Letra Global'

El historiador José Enrique Ruiz-Domènec, en 'Letra Global' GALA ESPÍN Barcelona

¿China no cree en los valores occidentales porque Occidente es el primero que los defiende pero no los aplica?

Ese es el punto de vista de China, y lleva razón. Nosotros debemos ofrecer algo correcto desde nuestro punto de vista. No puedes ir de la mano, por ejemplo, del coreao Byung-Chul Han que acaba de ganar el Premio Princesa de Asturias. No puedes ir con autores que se han occidentalizado en el carácter universalista. Te impide entrar en el duelo. Es decir, si tú hablas chino, yo hablo español. No hablamos todos en inglés. Si tú hablas en chino y yo hablo inglés, empezamos mal.

¿Hay una dimisión de Occidente, por tanto, a partir de un universalismo ficticio?

Sí, por completo. Tenemos esa idea de que absorbemos al inmigrante, que lo integramos. Es una idea americana, de que todos somos occidentales. Es una idea muy peligrosa para el mundo, porque el mundo no va a ser universal. Otra cosa son las normas. Necesitamos una normativa que funcione en un determinado espacio. En cada espacio.

El libro de José Enrique Ruiz-Domènec

El libro de José Enrique Ruiz-Domènec

¿China es una civilización en sí misma y Occidente no cumple lo que sostiene?

Occidente ha practicado mucho el cinismo. Escribe una cosa y hace otra. El duelo tiene sus principios. En el libro planteo un duelo entre Fernando de los Ríos y Lenin, un debate entre la izquierda. En qué se está de acuerdo y en qué no. Con China debemos hacer lo mismo. Por un lado, hay relaciones económicas y comerciales muy altas, un universalismo en esa esfera muy clara. Pero lo que China no quiere perder es la Cultura, que no la valoramos. Mi libro se puede ver como una obra de utilidad pública. Planteo puentes, frente al enfrentamiento político mezquino, que no tiene nada que ver con el debate universal.

China se toma en serio la Cultura.

Sí, la suya y la nuestra, porque la está estudiando.

¿Entonces?

China se sentará pronto en la mesa para plantearle un duelo a Occidente, y proponer tres o cuatro civilizaciones con otras más o menos cercanas. Europa lo ha planteado para ella misma, y se verá qué sucede o que espacio tiene India o el Islam.

¿Estados Unidos ha visto esa cuestión, sobre China, con las formas bruscas de Trump?

La administración Trump intenta quedarse con el concepto de Occidente, y darle un papel a Europa. El problema es que si América se separa, Occidente muere y Europa se queda sola, y se puede eslavizar, como ya se intentó en la segunda mitad del siglo XIX.

Hay en el libro referencias a la I Guerra Mundial, a la idea de que se ‘abrazó la guerra’, por parte de todos. ¿Podemos estar en un momento similar?

Sí, lo creo de esa misma manera. Estoy trabajando en ello, en cómo se construye el concepto de Guerra. A mi juicio los gobernantes no son tan estúpidos como parece que quieren reflejar. El drama no será la Guerra, sino la postguerra. Me parece que la idea lanzada con el apagón en España, sobre un posible ataque, no es tan baladí.

Usted sufrió ese apagón, dentro de un tren con destino a Córdoba. ¿Le da más importancia de la que se le ha dado?

El apagón es una metáfora. Yo lo pasé mal, aunque salí indemne, y tomé mis decisiones de forma particular, al salir del tren y caminar hacia una granja. Pero soy escéptico, tras abandonar mi parte estoica. El problema es la dependencia que tenemos de la tecnología. Si no tienes un móvil, no tienes nada.