Non Casadevall y Maria Gordillo, de la CUP

Non Casadevall y Maria Gordillo, de la CUP CUP

Examen a los protagonistas

Non Casadevall

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La CUP anunció ayer el inicio de una "nueva" etapa política que, a tenor de lo visto, consiste en poco más que un cambio de diseño de su logo. La formación secesionista no se mueve ni un ápice de sus soflamas identitarias -como, por ejemplo, liderar "el próximo embate contra el Estado Español para conseguir la independencia"-, ni de las recetas populistas que la han caracterizado desde su irrupción en el Parlament en 2012. Lugar donde, en las últimas elecciones, perdió más de la mitad de sus diputados, bajando de los nueve a los cuatro actuales.

Tras haber sufrido, al igual que Junts y ERC, una notable pérdida de votos en los últimos años, la CUP pone ahora la vista en las municipales de 2027 para recuperar la confianza de su alicaído electorado. Aunque su discurso viene a ser más de lo mismo: reivindicación de lo que considera "defensa" de la lengua catalana -instrumentalizada por los dirigentes nacionalistas como banderín de enganche tras el fracaso del procés-, y de derechos esenciales como la vivienda, aunque sin plantear alternativas realistas. Y manteniendo, como de costumbre, el 'no' a todo por bandera en cuestiones como el rechazo al turismo o a la ampliación del aeropuerto de El Prat.

A pesar de sus tímidas y esporádicas muestras de pragmatismo de los últimos meses en el Parlament en momentos puntuales, el discurso de la CUP sigue siendo, en esencia, el mismo. Al menos, de puertas afuera. Una radicalidad que no parece haberle servido de mucho en los últimos tiempos. Y, menos aún, en Barcelona y varias de las principales ciudades de su área metropolitana, donde se ha quedado sin concejales.