Algún estudiante de periodismo debería hacer una tesis sobre la doble vara de medir que tienen la mayoría de medios deportivos nacionales, cuyo objetivo parece ser obviar la información relativa a los asuntos polémicos que afectan al Real Madrid y, en cambio, estén extremadamente interesados en saberlo todo del Barça para presentarlo como una sucesión de aparentes escándalos. Por ejemplo, realizan investigaciones periodísticas y hasta indagaciones prospectivas para conocer cuánto le va a costar al Barça la renovación de Lamine Yamal. Es decir, quieren publicar hasta el último céntimo que va a cobrar el joven jugador salido de la cantera del Barça.
Contrariamente, no parece interesarles la millonada que el Real Madrid ha pagado a Mbappé como prima de fichaje por llegar con la carta de libertad. Y eso que fue el propio club blanco el que desveló en su estado de cuentas que abonó 117,5 millones de euros en concepto de «pagos por inversiones en inmovilizado intangible deportivo», es decir, en comprar jugadores el verano pasado en el que solo llegó el francés. Esta prima no ha aparecido en la portada de ningún periódico deportivo nacional porque, al parecer, consideran que no tiene un gran interés informativo.
Cuando el Barça pagó a Neymar una prima similar por ficharle querían destapar hasta la última coma de su contrato y el coste total que tenía para el club azulgrana. Otro ejemplo es la injustificada crítica que le acaban de dedicar al jugador culé, Marc Casadó. Les parece muy reprochable que manifestara su sentimiento de rivalidad cuando se añadió a la pitada que los 35.000 culés presentes en la Cartuja le dedicaron al himno del Real Madrid en la previa de la final de la Copa del Rey. Nada que no sea habitual en un estadio de fútbol cuando se enfrentan dos clubes de máxima rivalidad.
Hasta les pareció mal que demostrara su orgullo de pertenencia al Barça y acudiera a Canaletas para celebrar con su afición el título de Liga, conducta que más bien merecería elogios por su acercamiento y conexión con la masa social. En cambio, han obviado que los únicos jugadores que han sido sancionados por un comportamiento inapropiado esta temporada han sido, precisamente, los jugadores del Real Madrid. Al parecer, ya no recuerdan que el Comité de Disciplina de la UEFA impuso a Rüdiger y Mbappé una multa económica y un partido de sanción por violar las reglas básicas de conducta en su celebración de mal gusto en el Estadio Metropolitano al superar la eliminatoria de octavos de Champions frente al Atlético de Madrid.
Esa sanción pasó inadvertida y prácticamente no mereció ninguna reprobación importante en los medios de la capital. Esta discriminación informativa también está comprobada en los casos de racismo. Cuando los protagonizan seguidores que pertenecen a otros clubes parecen una cuestión de Estado y abren los informativos exigiendo la persecución criminal de tales conductas. Cuando son los aficionados del Real Madrid los que lanzan esas expresiones racistas, como la que le dedicó un seguidor blanco al jugador del Barça de baloncesto, James Nnaji, en las puertas del WiZink Center antes de la final de la ACB, se impone el silencio, la ocultación. Lo mismo ha sucedido con los dos aficionados que también lanzaron insultos racistas a Lamine Yamal en el Bernabéu.
Casualmente, fue silenciado y considerado un caso aislado sin importancia. Otro ejemplo, es la poca repercusión mediática que ha tenido el último pelotazo inmobiliario conseguido por el club blanco de parte de los políticos del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, que han concedido la recalificación urbanística de, ni más ni menos, 850.000 metros cuadrados de uso deportivo que han pasado a ser edificables, para que se pueda levantar el que será el Madrid Innovation District (MID).
Da la sensación que había que compensar al club blanco de alguna manera por los ingresos fallidos que se habían presupuestados por los conciertos previstos que no se han podido celebrar en el remodelado Estadio Santiago Bernabéu, que por cierto, ha terminado costando el doble de lo que estaba presupuestado, aunque seguramente tampoco lo habrán leído en los medios informativos de la capital. Lo mismo sucede con los errores arbitrales.
Quedan opacados cuando benefician al Real Madrid y, en cambio, son primera portada cuando consideran que han perjudicado al club blanco. Incluso, realizaron una investigación personal y empresarial al colegiado que se atrevió a expulsar correctamente a Bellingham tras recibir su insulto. Y lo peor de todo es que luego van dando lecciones. Aunque dominen el relato, se les ve el plumero. Por eso, los títulos que consigue el Barça deberían valer el doble. A la lucha sobre el césped se le añade la que también deben librar contra esta discriminación informativa.